L’últim llibre que he llegit, gràcies a la gentilesa de la meva cosina Anna que me’n va deixar uns quants, és “MALENA ES UN NOMBRE DE TANGO”. M’ha agradat molt. És d’aquests llibres que explica vàries generacions d’una família, que a mi m’encanta. A més vas decobrint secrets, vas lligant caps … en fi, molt recomanable.
Ja fa dies que l’he acabat però ja he agafat el llibre en vàries ocasions per rellegir trossos, sobretot d’una conversa que la Malena, adolescent, té amb la seva àvia paterna: la Soledad.
Quasi tot el llibre se centra en la família materna de la Malena i aquella tarda ella se n’adona que quasi no sap res dels seus avis paterns i pregunta a la seva àvia tot el que el seu pare mai li ha explicat. Descobreix que el seu avi era republicà i que va morir amb valentia, però deixant a la seva dona amb dos nens petits i un en camí. L’àvia li explica com es van enamorar, la relació que tenien … hi ha molts fragments preciosos. Us en deixo un fragment:
“Perdí a mi marido y hubiera preferido morir con él, y no es una frase hecha, te lo juro por su memoria, que es lo único sagrado para mí, y te lo juro a ti, que eres su nieta, que hubiera preferido morirme a sobrevivirle, tenía sólo treinta años, pero si él me hubiera dejado, me habría ido a morir con él, y en cambio me tocó vivir. He vivido sin ganas un montón de años, me he levantado de la cama miles de mañanas y he vuelto a ella miles de noches sin esperar nada, sabiendo que el presente estaba hueco, y el futuro igual de vacío, que sólo podría trabajar, comer, digerir y dormir, siempre lo mismo, hasta el día de mi muerte, y sin embargo… Ahora, que me estoy haciendo vieja, me doy cuenta de que, si perdí a Jaime, fue porque lo tuve, y creo que no cambiaría mi vida por la de nadie. Creo que, si cambiara, volvería a perder.
Entonces, sus ojos, que durante unos minutos habían paseado por el techo de la habitación sin decidirse por ningún lugar concreto, se detuvieron en el asombro que dilataba los míos, y la abuela, más lejos que nunca de la tristeza en la que debería haberla enterrado su discurso, me sonrió.
– No lo entiendes, ¿verdad?
– No – admití.
– Eres muy joven, Malena, demasiado joven, por muy joven, por muy gordo que sea el disgusto que te acabas de llevar, y aunque tú creas que ya lo sabes todo. Cuando tengas mi edad, lo comprenderás. Hay mucha gente que no es feliz nunca en su vida, ¿sabes?, a tu edad no os lo podéis creer, habría suicidios masivos si cada uno pudiera mirar su futuro por un agujerito, pero hay mucha gente que no tiene suerte nunca, nunca, ni siquiera en las cosas estúpidas, si les gusta el azúcar, resulta que son diabéticos, y desgracias por el estilo. Yo a pesar de todo, no soy como esa gente, yo tuve suerte, mucha suerte, y si mi caída fue tan brutal, si me hice tanto daño, fue porque cuando me estrellé contra el suelo venía de muy arriba. De muy, muy arriba. (aquest trosset m’encanta)
No me gustaron sus palabras, no esperaba tanta conformidad de una bailarina tan intrépida, de una estudiante tan tenaz, de una tan decidida corredora de obstáculos.
– Esto suena un poco a resignación cristiana no?
– No lo creo- y soltó una carcajada-. Eso suena más bien a abuela vieja habla con nieta joven.
– Y entonces yo me reí con ella.
– Mira Malena, no creo que haya habido nadie en el mundo, nadie, que haya estado más enamorado que yo cuando me enamoré de tu abuelo. Igual sí, seguramente mucha gente, pero más no, y otra vez estoy hablando en serio. Eso ya fue bien tremendo, sobre todo porque los dos sabíamos que lo nuestro, en el fondo, era un lujo, que la gente no se suele enamorar así, sin reservas, sin dudas, sin que haga falta echarle voluntad, retrasando cada noche el propio sueño para dar ventaja al sueño del otro, sólo para mirarle y verle dormir a nuestro lado.”
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